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Historia de Río de Janeiro

"Entrada de la bahía de Río de Janeiro" de Dessin de Taylor Historia de Rio de Janeiro

La historia de Río de Janeiro es simplemente sorprendente. El proceso de colonización y urbanización de la bahía de Guanabara, donde hoy se asienta la ciudad, se inició en el siglo XVI. Desde ese momento empezó un cambio que modificó para siempre el paisaje de selvas exuberantes, aguas limpias y pequeñas ensenadas, que deslumbró a los portugueses a su llegada en 1502. A lo largo de los siguientes siglos, la historia de Río de Janeiro ha estado llena de giros sorprendentes, que han dado forma al crisol cultural de sus gentes.

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Los primeros habitantes de la bahía de Guanabara

“Iracema” de José María de Medeiros Historia de Rio de Janeiro
“Iracema” de José María de Medeiros

No ha sido fácil para los investigadores determinar el momento exacto en que empezó a ser habitada la bahía de Guanabara ya que, por mucho tiempo, el rastro de las antiguas civilizaciones permaneció escondido bajo la densa vegetación.

Excavaciones arqueológicas han permitido establecer la teoría de que la presencia del hombre en territorio brasileño se inició hace 2 millones de años, durante el Pleistoceno. Sin embargo, estos habitantes originarios, llamados “hombres de los sambaquis” no fueron los antepasados de los indios encontrados por los portugueses, los tupi-guaraní.

Se cree que la nación tupi-guaraní es originaria de los pueblos nómadas de Asia, que hace aproximadamente cuarenta mil años atravesaron el Estrecho de Bering y alcanzaron el continente americano.

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Hasta hace poco tiempo se pensaba que los tupi-guaraní habían llegado a las costas brasileñas poco antes que los europeos. No obstante, nuevos estudios sobre la historia de Brasil y nuevas dataciones arqueológicas han hecho que los investigadores sostengan que una parte de ese grupo originario inició una peregrinación hacia el sur, alcanzando el litoral brasileño después de descender por el río Amazonas, hace unos dos mil años.

La hipótesis más aceptada sostiene que al llegar a la región de Guanabara, los tupis encontraron a los tapuias (“los otros” en dialecto tupi) que, teniendo el mismo origen, habrían llegado antes, por caminos diferentes, y ya habían expulsado a los “hombres de los sambaquis”. Los tupis acabaron conquistando las tierras en torno de la bahía y se instalaron allí definitivamente hasta la llegada de los europeos.

Para el momento en que llegaron de los portugueses, la nación tupi-guaraní estaba dividida en dos grandes grupos. Aunque entre ambos había pequeñas diferencias lingüísticas y culturales lo principal era una bien definida división territorial: por un lado los guaranís que ocupaban el litoral sur de Brasil y, por el otro, los tupinambás más hacia el norte, incluyendo lo que hoy es Río de Janeiro.

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Ambos grupos estaban divididos en tribus, castas o parcialidades. Las aldeas estaban formadas por entre cuatro a ocho malocas distribuidas en torno a un patio central y podían albergar entre 500 y 2.000 habitantes, organizados en función de su parentesco y sin un poder político o religioso destacado.

Se estima que para el momento del descubrimiento de Brasil había un millón de tupinambás, de los que cerca de 15 mil pertenecían a la tribu de los tamoios y se concentraban en las márgenes de la Bahía de Guanabara.

El gran cambio en la historia de Río de Janeiro con la llegada de los europeos

Escena representando la imposición de la fe cristiana a los indígenas Historia de Rio de Janeiro
Escena representando la imposición de la fe cristiana a los indígenas

El primer cambio trascendental en la historia de Río de Janeiro se inicia con la llegada de los primeros europeos. Después del descubrimiento de Brasil, los portugueses emprendieron misiones de reconocimiento del territorio y descubrieron la bahía de Río de Janeiro o, más correctamente, la bahía de Guanabara el 1° de enero de 1502, al mando de Gaspar de Lemos. Pensando que la bahía era la desembocadura de un gran río llamaron a la zona Río de Janeiro (Río de Enero, en español) haciendo alusión a la fecha del descubrimiento.

En sus primeros relatos, los exploradores del siglo XVI describen extasiados el ambiente paradisiaco que encontraron al llegar a las costas brasileñas. Una densa selva tropical cubriendo macizos montañosos cuyas faldas estaban bañadas por el océano, árboles gigantescos, cientos de especies diferentes de árboles frutales, aves y mamíferos desconocidos y, por supuesto, mucha agua por todas partes.

Pero no fueron los portugueses los primeros europeos en establecerse en la bahía de Guanabara sino lo franceses, llevados por el sueño de conseguir la Utopia descrita por Sir Thomás Moro en su libro del mismo nombre.

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Con el objetivo de encontrar el “paraíso perdido” y a la vez, un refugio para los Hugonotes que estaban siendo perseguidos por la Contra-Reforma religiosa en Europa, el Almirante Nicolás Durand de Villegagnon consiguió el apoyo del Rey Henrique II, para atravesar el Atlántico en dirección a Brasil.

Villegagnon y su tripulación alcanzaron la bahía de Guanabara el 10 de noviembre de 1555 y quedaron extasiados por el paisaje que allí se encontraron. Los franceses consiguieron establecer relaciones pacíficas y de colaboración con los temibles indios tamoios.  Iniciaron la construcción de un pequeño asentamiento a un costado del Pan de Azúcar, al que llamaron Henriville, en honor al rey de Francia, dando inicio al sueño de crear la Francia Antártica.

Cunhambebe, el jefe tamoio, puso a disposición de su “amigo francés” miles de guerreros que lo ayudaron a conquistar poco a poco espacios más amplios y a levantar en medio de la bahía una pequeña fortificación (Fuerte Coligny) en la pequeña isla de Seregipe, llamada más adelante isla Villegagnon.

Para 1556, la colonia francesa contaba con cerca de 3 mil habitantes, pero las noticias sobre lo encontrado en las nuevas tierras se esparcieron rápidamente por Europa y aventureros, caza fortunas, contrabandistas y piratas pusieron rumbo a lo que parecía ser una tierra prometida.

Pieles de jacaré, plumas, monos y papagayos se convirtieron en el centro de la moda francesa, al igual que las telas teñidas de un intenso color rojo que se conseguía utilizando el pau-brasil (palo de Brasil, árbol que da nombre al país) que los comerciantes obtenían de los indios a cambio de baratijas.

El intenso movimiento comercial y los beneficios que éste empezaba a representar para los franceses, llegó a oídos de los portugueses, que no tardaron en volver a la bahía de Gunabara para recuperar unas tierras que consideraban suyas.

Altorrelieve de Estacio de Sá Historia de Rio de Janeiro
Altorrelieve de Estacio de Sá

Siguiendo el plan de recuperación de las tierras, el 1° de marzo de 1565, Estácio de Sá fundó, junto al Morro Cara de Cão, la Villa de San Sebastián de Río de Janeiro, un incipiente asentamiento que en sus inicios contó con sólo 150 habitantes.

Los portugueses obtuvieron ayuda de varias tribus indígenas enemigas de los tamoios, entre ellas de los temiminós, comandadas por el cacique Arariboia (quien se convertiría en el fundador de Niteroi) y después de meses de luchas encarnizadas derrotaron a los franceses el 20 de enero de 1567, expulsándolos de forma definitiva.

En el momento en que finalizaron las luchas por el territorio, entre franceses y portugueses, la mayoría de los indios tamoios, antiguos dueños de la región, habían muerto.

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Con el establecimiento definitivo de los portugueses en la bahía de Guanabara, empezó una época colonial que diezmó cada vez más a la población indígena y que consumió lentamente gran parte de las riquezas naturales de una selva tropical virgen hasta ese momento.

La explotación del árbol pau-brasil, por su madera para construcciones y por su savia utilizada para teñir tejidos, se intensificó y se dio inicio a la caza intensiva de ballenas que, a decir de los cronistas, abundaban en la bahía y de las que se aprovechaba la carne como alimento, el aceite para iluminar casas y ciudades y los huesos que, triturados, se convirtieron en la “cal del reino”.

El período colonial

Vista de Río desde el convento de Santo Antonio Historia de Rio de Janeiro
Vista de Río desde el convento de Santo Antonio

Consolidado el dominio portugués, empieza realmente la historia de Río de Janeiro como ciudad. Las primeras órdenes del gobernador general Mem de Sá fueron establecer y fortificar la villa, para protegerla de los posibles invasores.

La primera ciudadela establecida en el Morro Cara de Cão fue transferida al Morro del Descanso (más adelante llamado Morro del Castillo, que sería demolido durante los años 30 del siglo XX), para lo cual se arrasó con toda la abundante vegetación que lo cubría.

Pero la zona, que era cómoda y segura para los indígenas, no lo era para los europeos. La ciudad se desarrollaba en torno a una colina rodeada de lagunas y pantanos, siempre en riesgo de inundarse durante la época de lluvias.

Era poco el espacio más o menos seguro disponible, entre el Morro del Castillo, el de São Bento, el de la Conceicão y el de Santo Antonio, y allí se levantaron las principales edificaciones como la Casa del Gobernador (que sería sucesivamente Palacio de los Virreyes, Palacio Real y finalmente Palacio Imperial), la Asamblea de Gobierno, la cárcel, el convento y la iglesia del Carmen y la Iglesia y Colegio de los Jesuitas.

Para ganarle espacio habitable al paisaje original lleno de lagunas, pantanos, morros, pequeñas ensenadas y manglares, los portugueses demolieron morros y rellenaron lagunas. La Mata Atlántica (selva tropical) fue diezmada paulatinamente y surgieron las primeras plantaciones de caña de azúcar, principalmente en la costa y en las islas del interior de la bahía.

Dichas plantaciones florecieron durante el siglo XVII con la llegada de nuevos colonos, y dieron origen a lo que por décadas fue uno de los mayores tráficos de esclavos africanos del mundo.

Escena cotidiana del centro de Río que muestra a esclavos encadenados Historia de Rio de Janeiro
Escena cotidiana del centro de Río que muestra a esclavos encadenados

La caña de azúcar y el comercio de esclavos generaron grandes riquezas y originaron la ocupación de las zonas más al interior, principalmente a lo largo de los márgenes de los ríos que eran utilizados para transportar la producción de azúcar que se dirigía a Europa vía el puerto de Río de Janeiro.

Para finales del siglo XVII, la villa principal de San Sebastián de Río de Janeiro albergaba ya a 20 mil habitantes y se cree que otros 30 mil vivían en los ingenios establecidos en los alrededores.

Para la primera mitad de 1700 funcionaban en la región 26 fábricas de azúcar, cinco de aguardiente y siete fábricas de ladrillos. Además de la caña, se cultivaba café, arroz, maíz, alubias (frejoles), mandioca, hortalizas y frutas. Las tierras eran entregadas en forma de sesmerías (concesiones) y florecían las llamadas freguesias, poblados erigidos en torno a una parroquia, algunas tan grandes que competían con el mismo Río de Janeiro.

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El descubrimiento de oro y piedras preciosas en Minas Gerais marcó un punto de inflexión para Brasil y en particular para Río, convertida en punto estratégico donde convergían importantes caminos usados para el transporte de los minerales preciosos, y en cuyo puerto se  embarcaban hacia Portugal. El camino del oro dio origen al nacimiento de nuevos asentamientos urbanos como Paraty y Petrópolis.

En 1763 la capital de la colonia fue transferida desde Salvador a Río de Janeiro, convirtiéndose ésta en la ciudad más importante del país y dando comienzo al período de los Virreyes, que duraría 45 años.

Pero lo que nació como un pequeño asentamiento colonial había crecido de manera desordenada y sin planificación urbana, por lo que el constante aumento de su población hizo que se hicieran palpables grandes problemas.

La nueva capital no contaba con iluminación ni saneamiento público. Lagos y pantanos cercanos al núcleo urbano habían sido drenados, soterrados o secados y la enorme vegetación de las selvas había sido arrasada para dejar paso a tierras de cultivo. Todos esos cambios afectaron la armonía del ecosistema y originando uno de los mayores retos de finales del siglo XVIII, el abastecimiento de agua para una población que rondaba los cien mil habitantes. Para conseguir esto, se construyó la mayor obra de ingeniería brasileña del siglo, el Acueducto da Carioca, hoy conocido como los Arcos de Lapa.

Un nuevo giro de la historia, Río de Janeiro se convierte en capital de un reino europeo

Vista del Largo do Paço en 1808 Historia de Rio de Janeiro
Vista del Largo do Paço en 1808

La convulsa situación de Europa a principios del siglo XIX, con Napoleón amenazando Europa, dio un nuevo y sorprendente giro a la historia de Río de Janeiro.

Escapando de Napoleón, muchos de los reyes del viejo continente se vieron obligados a exiliarse, buscando refugio en sus colonias. En 1808, la familia real portuguesa junto con una corte formada por alrededor de 15 mil personas, dejaron el país y se establecieron en Brasil, convirtiendo a Río de Janeiro en la única capital europea fuera de Europa que ha existido.

Con Juan de Braganza, príncipe regente y futuro rey João VI llegó, a la hasta entonces capital de la colonia, un séquito de nobles, prelados, funcionarios y sirvientes, junto con un voluminoso equipaje que incluía una gran colección de obras de arte, los archivos del Estado, el Tesoro Real y 60 mil volúmenes de la Biblioteca Real, que sirvieron para fundar la Biblioteca Nacional.

La transferencia del Estado Portugués a la ciudad de Río de Janeiro dio origen a nuevos órganos oficiales y al surgimiento de un amplio abanico de actividades administrativas, económicas y culturales.

Se inauguró la Casa de la Moneda, el Banco de Brasil, la Junta General de Comercio, el Jardín Botánico y varias escuelas de enseñanza superior. Además, los puertos de Río fueron abiertos a las naciones amigas terminando con el monopolio portugués, lo que generó una actividad mucho más intensa a la ya agitada bahía de Guanabara.

Retrato de Joao VI y Carlota Joaquina de Borbón Historia de Rio de Janeiro
Retrato de Joao VI y Carlota Joaquina de Borbón

La cara de la ciudad también cambió con la llegada de la familia real. Se construyeron nuevos palacetes y viviendas nobles, se mejoraron los servicios públicos y el palacete de la Quinta de Boa Vista se convirtió en el Palacio Real de São Cristovão.

No obstante, las exigencias de la nobleza recién llegada, acostumbrada al lujo y el derroche, también provocaron escasez y subidas de los impuestos a una población que debía cubrir sus demandas.

Pero sobre todo, el traslado de la corte a Río de Janeiro tuvo una consecuencia que definiría la historia del país: se abolieron las instituciones de la administración colonial, y se sustituyeron por otras propias de una nación soberana.

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Se eliminaron las restricciones económicas y comerciales propias de la colonia y se sentaron las bases (aunque sin querer) de lo que sería el nuevo Estado Brasileño independiente. A esto contribuyó de forma definitiva el hecho de que para reforzar la posición política de Brasil y del reino frente a los países europeos, el 16 de diciembre de 1815 el príncipe regente creó el Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarve, lo que cambió el estatus jurídico de Brasil que dejó de ser oficialmente una colonia.

El 20 de marzo de 1816, a la muerte de su madre la reina María I de Portugal, Juan de Braganza se convirtió en el Rey João VI. La ceremonia de coronación tuvo lugar la iglesia Nossa Senhora do Carmo da Antiga Sé, donde también se celebró la boda del príncipe heredero Pedro de Braganza (futuro Pedro I) con María Leopoldina de Austria, convirtiéndose esta iglesia en la única iglesia americana dónde se ha coronado un rey y se ha casado un príncipe.

Finalmente, presionado por las Cortes de Lisboa que exigían el regreso del rey y por las protestas surgidas tanto en Portugal como en Brasil, que no quería volver al estatus de colonia, el 25 de abril de 1821 João VI embarcó con destino a Portugal dejando en Brasil a su hijo Pedro en calidad de príncipe regente.

El nacimiento de un Imperio Parlamentario

Pedro I en el balcón del Palacio Imperial Historia de Rio de Janeiro
Pedro I en el balcón del Palacio Imperial

El regreso del rey a Portugal significó para Brasil un paso atrás ya que la mayoría de los privilegios que le fueron concedidos como sede de la corona fueron derogados por las Cortes Generales Portuguesas, que querían la vuelta de Brasil a su condición de colonia.

Esto generó un gran malestar general y favoreció el surgimiento de un gran movimiento nacionalista liberal que buscaba hacer de Brasil un estado independiente.

Los nacionalistas liberales se unieron en el gran Partido Brasileño y reunieron 8 mil firmas para presionar al príncipe regente, Pedro de Braganza, para que permaneciera en el país contraviniendo las órdenes de las Cortes Portuguesas que lo querían de vuelta en Portugal.

Pedro cedió a la presión y el 9 de enero de 1822 desde el Palacio Imperial, pronunció su famosa frase:«Se é para o bem de todos e felicidade geral da Nação, estou pronto! Digam ao povo que fico» (“Si es para el bien de todos y la felicidad general de la Nación, estoy listo! Díganle al pueblo que me quedo”). Ese día, que pasó a ser conocido como el Dia do fico, marcó la adhesión del príncipe regente a la causa brasileña y el primer paso para la independencia del país.

Coronación de Pedro I Historia de Rio de Janeiro
Coronación de Pedro I

Constituido el primer Parlamento Brasileño, Pedro de Braganza se convirtió en el emperador de Brasil con el nombre de Pedro I, y declaró formalmente la independencia del país el 7 de septiembre de 1822. Un año después del Dia do Fico, Río de Janeiro fue declarada “Muy leal y heroica ciudad imperial”, quedando establecida como la capital del nuevo imperio.

Durante la época imperial decayó el cultivo de caña de azúcar iniciándose el ciclo del café, para cuyo cultivo se deforestaron enormes áreas verdes, incluida la Floresta da Tijuca. El cultivo y comercio del “oro negro”, como se conocía al café en esos momentos, trajo un gran desarrollo de puertos fluviales y el surgimiento de áreas residenciales suntuosas que dieron origen a los barrios de Glória, Catete, Laranjeriras, Flamengo y Botafogo. El centro de Río de Janeiro se convirtió en una zona principalmente comercial, donde se instalaron bancos, tiendas y compañías de transporte marítimo.

Después de una grave crisis política, en 1831 Pedro I se vio obligado a abdicar en favor de su hijo Pedro de Alcántara que tenía tan sólo seis años, iniciándose un período de regencia. Durante este período la inestabilidad política del país se hizo más notable por lo que finalmente el Parlamento Brasileño decidió declarar a Pedro II mayor de edad con sólo 15 años, para que éste asumiera plenamente el poder imperial.

Retrato de Pedro II Historia de Rio de Janeiro
Retrato de Pedro II

Pedro II gobernó por casi cincuenta años y se convirtió no sólo en el símbolo de la patria brasileña sino en el mayor amante y propulsor de Río de Janeiro. Fue durante su reinado que la ciudad pasó por un largo proceso de transformaciones.

El arte y la cultura tuvieron su mayor apogeo, se dio un notable mejoramiento urbano y se crearon nuevos servicios públicos. Se multiplicaron las escuelas y se amplió el programa de enseñanza primaria, se creó el cuerpo de bomberos, se instaló una red de alcantarillado y tratamiento de residuos, estableciéndose normas estrictas de salubridad pública, fueron creadas instituciones de caridad como asilos, hospicios y hospitales.

Las calles de Río de Janeiro fueron iluminadas con farolas a gas, se consiguió dotar a la población de agua de forma regular, empezaron a funcionar los primeros tranvías urbanos conocidos como “bondes” y se inauguraron las primeras vías férreas, siendo una de las más famosas la vía que sube hasta la cima del Corcovado.

Durante la segunda mitad del siglo XIX la monarquía parlamentaria liderada por Pedro II fue sinónimo de estabilidad y progreso y se había convertido en un ejemplo para el mundo entero.

Fue también durante el reinado de Pedro II que cobró su mayor esplendor la ciudad de Petrópolis, donde el emperador pasaba largas temporadas de verano. Fue allí donde tuvo lugar uno de los hechos históricos más importantes para el Brasil de finales de siglo, la liberación de los últimos esclavos negros después de firmada la Ley de abolición de la esclavitud, una de las leyes por las que más arduamente había trabajado el emperador.

La Princesa Isabel firma la ley áurea para abolir la esclavitud Historia de Rio de Janeiro
La Princesa Isabel firma la ley áurea para abolir la esclavitud

Pero la liberación de los esclavos significó un nuevo desafío ya que ellos habían representado la mano de obra en las tierras de cultivo y los ricos hacendados sentían que se les estaba privando de algo que les pertenecía. Por otro lado, también provocó que un gran número de personas se vieran de pronto libres pero sin ninguna forma de ganarse la vida, acentuándose aún más las diferencias económicas y sociales.

A finales del siglo XIX, Río de Janeiro se transformaba a un ritmo acelerado, la economía basada en la agricultura decayó y generó una aglomeración urbana de quienes buscaban la comodidad y las oportunidades que la ciudad ofrecía.

El trabajo libre atrajo a un importante número de inmigrantes europeos cuya influencia se hizo palpable en la ciudad, se  desarrolló una frenética actividad comercial e industrial y mejoraron el transporte y las comunicaciones.

Capital de la nueva República

Barco de vapor en la bahía de Guanabara Historia de Rio de Janeiro
Barco de vapor en la bahía de Guanabara

El fin de la esclavitud hizo que las clases adineraras, sobre todo los ricos productores de café, apoyaran la idea de una república. El nuevo movimiento republicano presionó a los militares y éstos dieron un golpe de estado el 15 de noviembre de 1889, obligando al emperador a exiliarse en Europa.

La capital del nuevo gobierno quedó instalada en Río de Janeiro, que por tanto fue la ciudad que más sufrió las agitaciones sociales y políticas que acompañaron la instalación de la República, incluida la Revuelta de la Escuadra Naval de 1893-1894.

Pasadas las revueltas, el inicio del siglo XX significó para Río de Janeiro un período de importantes mejoras gracias a la labor, entre otros, del prefecto Francisco Pereira Passos, quien diseñó el Plan de Embellecimiento y Saneamiento de la ciudad de Río de Janeiro.

Se demolieron construcciones insalubres y se llevó a cabo una intensa campaña para erradicar ratas e insectos que causaban la fiebre amarilla y la peste bubónica. Calles enteras se abrieron para dar paso a grandes avenidas como Mem de Sá, la Avenida Central (hoy Río Branco) y el Largo de Lapa, que facilitaran la circulación de una ciudad que había triplicado su número de habitantes.

Se construyó un nuevo puerto, se canalizaron ríos y se soterró la red de alcantarillado y desagües. Se alinearon y asfaltaron calles y se levantaron obras emblemáticas como el Teatro Municipal y el teleférico del Pan de Azúcar, que convirtió a la ciudad en un destino atractivo para el turismo mundial. Al mismo tiempo, la Inspectoría de Parques y Jardines realizó una enorme labor de conservación y reforestación, en especial de la Floresta da Tijuca.

Edificio de la Exposición Universal que tuvo lugar en Urca Historia de Rio de Janeiro
Edificio de la Exposición Universal que tuvo lugar en Urca

Para el centenario de la independencia de Brasil, en 1922, Río de Janeiro acogió la Exposición Internacional en la que participaron 50 países, y para su realización se dio inicio a una nueva etapa de mejoras en la ciudad. Para ese momento ya habían censados 1.157.000 habitantes, por lo que además se hacía necesario ampliar el espacio habitable.

Producto de un aterro surgió el barrio de Urca, se demolió el Morro del Castelo a fin de ganar espacio edificable, se ampliaron avenidas como el Largo da Carioca y se inició el saneamiento de la laguna Rodrigo de Freitas. También hubo una mejora de los servicios públicos como hospitales y escuelas, a fin de dar cobertura a la creciente población y se amplió la línea de bodes o tranvías.

La época de mayor esplendor de Río de Janeiro se dio entre 1920 y 1950, cuando visitantes de todo el mundo llegaban atraídos por sus lujosos hoteles, elegantes casinos, ajetreada vida nocturna y su imagen de paraíso idílico. Barrios como Ipanema y Copacabana, con sus enormes playas y amplios paseos marítimos, se convirtieron en el centro de atracción de la ciudad y en el lugar preferido de famosos, estrellas de cine y otras personalidades. Río de Janeiro ganaba así su apelativo de “Ciudad Maravillosa”.

En 1960, intereses políticos y un afán de descentralizar todo el entramado administrativo y económico del país concentrado en Río de Janeiro, llevó al gobierno a mover la capital del país a la recién inaugurada ciudad de Brasilia. Esto marcó el inicio de un nuevo capítulo en la vida de Río, que a pesar de perder su condición de capital y de los crecientes problemas causados por el aumento desenfrenado de la población, conservó su imagen de paraíso tropical, atrayendo a nacionales y extranjeros.

Una ciudad para el siglo XXI

Vista del Museo del Mañana en Porto Maravilha Historia de Rio de Janeiro
Vista del Museo del Mañana en Porto Maravilha

Desde el inicio del siglo XX, la reestructuración de la ciudad así como la constante migración desde el campo, tuvieron como efecto el surgimiento de las primeras “favelas” (precarios asentamientos humanos) en las laderas de los morros. Las favelas se convirtieron en la alternativa de vivienda para una población pobre y sin preparación que llegaba a Río de Janeiro en busca de trabajo en los crecientes sectores de la industria, el comercio y la construcción.

Para la segunda mitad del siglo, el fenómeno de la migración en masa había superado cualquier previsión y las favelas se empezaron a extender hacia el norte, hacia zonas inicialmente pensadas para el establecimiento de fábricas e industrias, cambiando por completo la cara de la ciudad.

El surgimiento de más y más grandes favelas, donde las condiciones de infraestructura, sanidad y servicios eran prácticamente inexistentes, acarreó también un grave problema de inseguridad y delincuencia que hizo que la “Ciudad Maravillosa” perdiera su antiguo esplendor, y ofreciera increíbles contrastes entre opulencia y miseria. La promesa de “paraíso tropical” pareció desvanecerse por unos años.

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No obstante, el proceso de industrialización y modernización de Río de Janeiro no se detuvo. Se levantaron los primeros rascacielos y se concluyeron obras de gran importancia como la Avenida Brasil, el metro, el puente Río-Niteroi y el Aterro de Flamengo.

El centro histórico de la ciudad, que había caído en una especie de abandono al trasladarse la capital para Brasilia, fue poco a poco revitalizándose a partir de la década de 1980, hasta acoger nuevamente comercios, modernos restaurantes y locales de vida nocturna.

Es verdad que Río de Janeiro entró en el siglo XXI todavía con muchos problemas por resolver, pero es igual de cierto que se están haciendo importantes avances.

En los últimos años se ha llevado a cabo un intenso trabajo por proteger la Mata Atlántica y sus recursos naturales. Muchas áreas antes devastadas han sido reforestadas y son ahora zonas protegidas, como el Parque de Tijuca o el Parque Dois Irmaos en pleno corazón de la ciudad. Especies como el tucán o el jacaré han vuelto a ocupar sus antiguas áreas de desarrollo y especies vegetales como el pau-brasil, tan explotado durante la época colonial, han sido salvadas de la extinción.

Las ballenas ya no usan la bahía como lugar seguro para la cría y muchas de las especies animales y vegetales se han visto en grave peligro de extinción debido a un desenfrenado crecimiento urbano, pero afortunadamente, esa nueva conciencia sobre la protección ambiental va ganando terreno poco a poco no sólo entre los organismos de poder sino entre la población entera, y la consigna de proteger este paraíso logrando una convivencia armónica entre el hombre y su entorno natural, parece materializarse de manera esperanzadora.

Importantes trabajos de infraestructura y servicios se vienen realizando para mejorar las condiciones de vida de los habitantes de las favelas. Es un grave error (demasiado frecuente, lamentablemente) pensar que en dichas zonas sólo viven vagabundos y delincuentes. Los habitantes de las favelas son en su mayoría trabajadores honestos, estudiantes y niños, que comparten como cualquier otro carioca, su amor por esta tierra maravillosa.

Río de Janeiro es sinónimo de alegría, calidez, música, fiestafútbol, carnaval, bellas mujeres y hombres musculosos en trajes de baño, pero también es arte, cultura, historia, modernidad, naturaleza, aventura, gastronomía y un sinfín de cosas más.

Quien llega a Río de Janeiro nunca se siente un extraño, es fácil sentirse en casa en medio de esta mezcla maravillosa de razas y colores. Los cariocas siempre están dispuestos a recibir al visitante con los brazos abiertos, sin importar su procedencia.

Una ciudad vibrante, en constante desarrollo que afronta el futuro con optimismo y que enamora a todo el que la conoce.

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3 comentarios en «Historia de Rio de Janeiro»

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